Crecimiento y desarrollo en la niñez (5 a 10 años)
Durante la etapa escolar, el crecimiento físico y cognitivo se consolida, haciendo esencial el seguimiento regular del desarrollo del niño.
Los controles pediátricos anuales permiten evaluar parámetros clave como el peso, la talla, la presión arterial, la visión y la audición. Además, estos chequeos incluyen una revisión detallada de la postura, locomoción y posibles signos de alteraciones en el aprendizaje o el desarrollo social y emocional.
La salud bucal también juega un rol importante, recomendándose controles odontológicos anuales para prevenir caries y otras afecciones que puedan impactar en su bienestar general.
La detección temprana de cualquier dificultad o patología es clave para garantizar una intervención oportuna y efectiva.
Educación y promoción de hábitos saludables
En esta etapa, fomentar hábitos saludables resulta fundamental.
Los niños deben recibir orientación sobre una alimentación equilibrada y la importancia de la actividad física regular. Asimismo, se trabaja en la promoción del autocuidado, la higiene y el respeto por su cuerpo, así como en la prevención de enfermedades prevalentes como infecciones respiratorias.
Además, se refuerzan mensajes preventivos como el control del tabaquismo pasivo y la prevención de accidentes en el hogar y en el tránsito.
Preparación para la adolescencia
La niñez también es un momento clave para anticiparse a los cambios de la pubertad.
Los controles regulares permiten identificar señales precoces de desarrollo puberal y preparar tanto a los niños como a sus familias para esta etapa de transición.
Desde el nacimiento, acompañamos a las familias para fortalecer el vínculo con su bebé. Fomentamos el inicio temprano de la lactancia, realizamos controles clave y brindamos apoyo en higiene, sueño seguro y alimentación, asegurando un cuidado integral en esta etapa tan especial.
El final de la niñez y el comienzo de la preadolescencia está marcado por transformaciones significativas en el cuerpo, la mente y las relaciones sociales. Por eso, es fundamental mantener controles clínicos regulares para abordar las necesidades específicas de esta etapa y garantizar una transición saludable hacia la adolescencia y la vida adulta.